(...)Era consciente que la ligereza que sentía, producto del vino, el cansancio o la comodidad inesperada, me estaban haciendo sonreír demasiado y si me descuidaba me esperaría una retahíla de preguntas y suposiciones y conjeturas, y gritos, desde lo más ridículo, hasta lo más acertado, porque el infierno de los celos es un lugar donde los condenados se hunden en la ceguera más insensible para propulsarse de inmediato a la agudeza más cruda.
Irónicamente ven claramente cuando el motivo es real, y no ven que se equivocan cuando su arrebato febril inventa motivos donde nunca podría haberlos.
El poder para engañarlos está en nosotros, que somos el objeto de los celos, y sabemos la confusión que sufren sus sentidos porque fuimos celosos en nuestro tiempo. Sólo debemos mantener la mentira hasta el final, pronto los gestos se acostumbran a los asaltos de desconfianza, pronto miente también la cara, pronto también los ojos.(...)
domingo, 13 de junio de 2010
martes, 8 de junio de 2010
ejercicio de durabilidad
1:-¿Y la conociste?
2:-No, no
1:-¿No la viste...?
2:-NO
1:-¿Querés...?
2:-Dejá, dejá de querer que la vea. Ya contuve el ladrillazo, ya contuve la sangre de la trincheta...
1:-...
2:-Me da miedo, no quiero volver ahí.
1:-Es que si la ves, si ves que es como todos, cualquiera, vas a dejar de imaginar...
2:-Ya no hay imaginación.
2:-Hola.
1:-Ella, ella es.
2:-¿Quién? ¿La qué ocupa el lugar, o la qué lo usurpa, o la única que se quedó?
3:-Soy yo. Nada más.
2:-No. Sos yo también. Sos mis atributos, te quedaste mis atributos. Yo soy.
3:-Igual siempre hay un fin.
2:-¿Y cuál es tu fin? ¿El fin de tus predicados?
3:- Vos, amante.
2:-¿Yo amante? Amo es lo primero que me quedé sin. Yo amante, sí. Lo único real.
2:-No, no
1:-¿No la viste...?
2:-NO
1:-¿Querés...?
2:-Dejá, dejá de querer que la vea. Ya contuve el ladrillazo, ya contuve la sangre de la trincheta...
1:-...
2:-Me da miedo, no quiero volver ahí.
1:-Es que si la ves, si ves que es como todos, cualquiera, vas a dejar de imaginar...
2:-Ya no hay imaginación.
2:-Hola.
1:-Ella, ella es.
2:-¿Quién? ¿La qué ocupa el lugar, o la qué lo usurpa, o la única que se quedó?
3:-Soy yo. Nada más.
2:-No. Sos yo también. Sos mis atributos, te quedaste mis atributos. Yo soy.
3:-Igual siempre hay un fin.
2:-¿Y cuál es tu fin? ¿El fin de tus predicados?
3:- Vos, amante.
2:-¿Yo amante? Amo es lo primero que me quedé sin. Yo amante, sí. Lo único real.
lunes, 7 de junio de 2010
Nosotros, los célibes
Nosotros, los otros, hemos optado por el celibato, o tal vez no ha sido una opción
Renegamos de la pareja, del noviazgazgo, no tanto por su continuo e inevitable fracaso, como por lo aburridamente parecido de todos sus fracasos.
Viviremos solos en paz, con los otros y con nosotros, porque amamos más al mundo que a nosotros mismos.
Viviremos y moriremos solos, y nos van a encontrar muertos en la pose de nuestros más primales vicios, porque ninguna institución familiar nos obligó a enderezarnos.
Somos la anti-sociedad, pero no la anti-comunidad. Respetamos a la gente que se ama, pero ya no podemos cerrar los ojos a lo que vimos.
No creemos en obligar por lazos matrimoniales a alguien a compartir nuestra cama cuando ya no seamos deseables, a ellos, a nadie. Porque, obviamente, no creemos en la fidelidad.
Como no creemos en la existencia del verdadero amor. Ni creemos en la compañía.
No creemos en nada.
Más bien creemos en la nada.
Creemos que morimos un poco cuando mueren nuestros padres (única compañía plausible) porque creemos en la inexistencia de las personas, de la intersubjetividad, en la tremenda Soledad a la que estamos condenados desde el nacer.
Creemos en la mujer puta y el hombre puto (sexo, única higiene del mundo), en su inacabable angustia.
Nosotros los célibes, desilusionados del mundo, los más rabiosos idealistas, al fin y al cabo, nos abandonaremos otra vez a la esperanza, soportando el aburrimiento, y sobre todo el miedo, lo mejor posible.
Renegamos de la pareja, del noviazgazgo, no tanto por su continuo e inevitable fracaso, como por lo aburridamente parecido de todos sus fracasos.
Viviremos solos en paz, con los otros y con nosotros, porque amamos más al mundo que a nosotros mismos.
Viviremos y moriremos solos, y nos van a encontrar muertos en la pose de nuestros más primales vicios, porque ninguna institución familiar nos obligó a enderezarnos.
Somos la anti-sociedad, pero no la anti-comunidad. Respetamos a la gente que se ama, pero ya no podemos cerrar los ojos a lo que vimos.
No creemos en obligar por lazos matrimoniales a alguien a compartir nuestra cama cuando ya no seamos deseables, a ellos, a nadie. Porque, obviamente, no creemos en la fidelidad.
Como no creemos en la existencia del verdadero amor. Ni creemos en la compañía.
No creemos en nada.
Más bien creemos en la nada.
Creemos que morimos un poco cuando mueren nuestros padres (única compañía plausible) porque creemos en la inexistencia de las personas, de la intersubjetividad, en la tremenda Soledad a la que estamos condenados desde el nacer.
Creemos en la mujer puta y el hombre puto (sexo, única higiene del mundo), en su inacabable angustia.
Nosotros los célibes, desilusionados del mundo, los más rabiosos idealistas, al fin y al cabo, nos abandonaremos otra vez a la esperanza, soportando el aburrimiento, y sobre todo el miedo, lo mejor posible.
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