viernes, 28 de septiembre de 2012

Me dan pena los chicos

Desde muy chicos, cuando los llevan a cumpleaños en lugares extraños, barrios lejanos, a casas de patios de baldosas distintas a las de su casa, a abuelos y tíos ajenos, y dudosos. Cuando los abandonan, no al aburrimiento, sino a esa infinita tristeza que son los siete, los ocho, los nueves años. Me dan pena, porque cuando se hace de noche, y los padres tienen miedo a la muerte, se quedan solos con lo inexplicable, y tienen miedos sobrenaturales, y desarrollan la superficialidad por hacer algo. Me dan pena las nenas que gritan por la calle, año tras año, y los chicos que se juntan en grupitos y siempre hacen algo viejo. Y bailan siempre la misma música, con los mismos pasos, y son distintos del mismo modo. Me da pena a los que descubre el capítulo siete de Rayuela como si fuesen los primeros. Me apenan las ideas firmes, el amor de verdad y la moda. Se eterniza, porque no hay como pararlos, siguen y siguen llegando. Me dan pena los chicos que llegan a grandes.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Preciencia

Algunas experiencias son tan intensas, que al sufrirlas, el choque sensitivo, de tan fuerte, impulsa ondas expansivas que alcanzan el pasado, y el protagonista ve en su presente una futura experiencia. Soñó que entraba en la sala grande y al fondo junto a la ventana un hombre serio escuchaba a un señor mayor, pero giró la cara para mirarla entrar. La intensidad de la visión fue tan fuerte que se despertó y pensó que algún recuerdo se mezclaba con una sensación, tal vez amorosa, de su inconsciente. Unos meses más tarde fue, sin ganas, a esa reunión en la nueva casa de la compañera de trabajo. Tenía que salir un poco, cambiar de ámbitos, conocer gente nueva. Después de saludar en la puerta dio un paso hacia dentro de la sala, y ahí lo vio, al fondo justo al lado de la ventana.